martes, mayo 16, 2006

7/ flores negras


La naturaleza es sabia. Durante un puñado de tiempo les ofrece a las plantas, a los pájaros, a los árboles, a las piedras, al mar, al cielo, a todos los animales y a los propios hombres... una chance. Desde que llega al mundo, es decir desde que nace, el hombre se pone el disfraz de infante y de niño. Lo especial de este brevísimo periodo se centra en que allí "el hombre" está completamente indefenso.

Pienso en todo esto cuando en la pantalla de la TV un senderista, bien peinado, pálido y con los ojos hundidos, va leyendo ante un grupo de hombres notables esto : "Cuando uno se pone el uniforme, sea del color que fuere, uno pierde la visión de conjunto y se transforma en el soldado de una causa, preparado para matar o morir en defensa de la misma. Mucha gente, tanto de un lado como del otro, ha sufrido las consecuencias de esto; en medio de una violencia fratricida, ¿quién decide quiénes son culpables y quiénes inocentes? Cada bando defiende y exculpa a sus miembros, y hay que haber experimentado el combate para comprender cabalmente de qué es capaz la pasión humana. No quiero dejar pasar la oportunidad de dirigirme a todas aquellas personas, en especial a los hijos, a los padres, hermanos, amigos o esposos de aquellos que resultaron afectados directa o indirectamente por decisiones o acciones en las que yo haya estado involucrado; para pedirles, con un espíritu autocrítico y reflexivo, perdón. Perdón por haberlos dejado sin padres, hijos o hermanos; por haberlos hecho sufrir. Esto vale tanto para los que se consideraban enemigos, como para los amigos. Y aún más, pido perdón a mis propios hijos, por haberlos dejado sin padre, sin infancia, obligados a vivir en el desarraigo, en el refugio exterior e incluso prácticamente de la caridad; a todos ellos, repito, les pido perdón con el alma en vilo".

Ahora voy, me preparo un café y me quedo toda la noche y la madrugada olvidando, olvidando e intentando meterme de lleno en mi novela...
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